Capítulo 4


MISTERIO EN LA LAGUNA. CAPITULO 4

La lluvia no cesaba cuando Ariosto y Galán salieron a la calle. La insistencia del primero logró que ambos se subieran al Mercedes, donde Olegario les acercó hasta el Santuario del Cristo. Al menos hasta donde se podía llegar con automóvil e incluso más allá, ya que el chófer subió el coche a la acera y se detuvo delante de los tres arcos que daban acceso al antiguo monasterio de San Francisco, hoy Real Santuario del Santísimo Cristo de La laguna, o como se decía tradicionalmente, El Cristo. Localizado en una esquina de la enorme plaza de San Francisco –también denominada Del Cristo por cabezonería popular-, el Santuario era un templo de medianas dimensiones rodeado de edificaciones que tal vez alguna vez fueron religiosas, pero que actualmente eran civiles y militares.
A la lluvia se unía un viento cortante proveniente del norte que acentuaba la sensación de frío. El rocío de la noche había dejado una fina película acuosa en el pavimento de la plaza, acentuando una sensación de soledad y desolación que no disminuían las luces de las farolas diseminadas por el amplio espacio.
Bajaron del coche y entraron en el patio adoquinado, antesala del Santuario. En la puerta del templo les esperaba Domingo Manso, el sacristán. A pesar de la hora, el buen hombre se había avenido a esperarles allí con la puerta abierta.
Una vez dentro, el Santuario del Cristo lucía más pequeño de lo que parecía por fuera. Una profunda y alta nave provocaba que las miradas se dirigieran inevitablemente al fondo, donde faltaba de su lugar acostumbrado la imagen de madera del Cristo crucificado enmarcado en un impresionante retablo de plata dominaba la zona del altar.
- ¿Sabe, Antonio, que el Cristo de La laguna es una talla flamenca de comienzos del siglo XVI, traída a Tenerife por los conquistadores? Desde siempre fue referente de culto, aunque su importancia aparece realmente reflejada en 1588, cuando comenzó a salir en las procesiones de Semana Santa.

Galán asintió, conocía la importancia social de aquella imagen y su estrecho vínculo a la Semana Santa lagunera, menos conocida internacionalmente que la de otros puntos de España, pero de una riqueza, solemnidad y devoción muy profundas que no envidiaba a ninguna. Llegaron al final de la nave y observaron la estatua en el suelo. Tallado con gran realismo, el Cristo exánime aparecía con la cabeza ladeada a su derecha, con los ojos cerrados y la boca laxa, semiabierta.
-¡Esto es un atropello! –exclamó Ariosto-. ¿Cómo es posible que alguien haga algo así?
Se acercó a la talla y la examinó con detenimiento. Galán también se acercó para controla a su amigo.
-Estoy igual de indignado que usted –dijo el inspector-, pero no toque nada, haga el favor, los de la Policía científica tienen que trabajar sobre la estatua todavía.
Ariosto asintió, y se quedó con las ganas de darle la vuelta a la talla.
-Parece que no ha sufrido ningún daño. Es extraño, tomarse el trabajo de descolgar la estatua, separarla  de la cruz, y luego dejarla ahí tirada.
-Tiempo tuvo para hacer lo que quiso. Nadie lo interrumpió.
-¿Y cómo se descubrió el allanamiento? No son horas de andar por aquí.
-Un vecino pasó por la plaza y vio la puerta del templo abierta. Su llamada nos puso en movimiento.
-Pues es un misterio que deseo que resuelva, amigo Antonio. Sobre todo en víspera de la fiesta.
Ariosto se incorporó y echó un vistazo a su alrededor.
-¿Dónde está el mensaje de que me habló?
Galán señaló la pared de la derecha, debajo del ventanal que iluminaba el altar. Unas letras escritas en negro destacaban sobre la pared clara. Ariosto se acercó para leerlas mejor.  El trazo era elegante, realizado sin prisa. Una sola frase:

Y al tercer día, Ariosto resucitará de entre los vivos y entregará el grial a quien le corresponde.

Galán se acercó por detrás y sacó a su amigo de la estupefacción que le envolvía.
-Hay pocos Ariostos en Tenerife. El mensaje está dirigido a una sola persona.
-Me parece de un gusto pésimo –respondió sin dejar de mirar el muro-. Y no me agrada para nada el verbo resucitar.
-Parece un enigma. ¿El grial?
- El cáliz de la Última Cena. Hay infinidad de leyendas sobre ese objeto. Es puro mito.
-Bueno, veámoslo de una manera positiva. Sabremos de qué se trata este acertijo en poco tiempo. Tenemos tres días.



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