Comisaría de Policía. La Laguna
-¿Algo nuevo sobre el tema del allanamiento
del Cristo?
El inspector Galán escuchaba en su
despacho a uno de sus hombres, el subinspector Ramos, un tipo no muy alto, pero
ancho, y con el pelo prematuramente encanecido que le proporcionaba un aire de veterano
acorde a sus años en el Cuerpo de Policía. Galán, un hombre de cuarenta y tantos,
de esos agentes del orden de nueva hornada con estudios universitarios y que se
mantenía en forma, atendía al resultado de la investigación de su equipo.
-Hemos tocado a los pocos vecinos que
pudieron haber visto algo –respondió el inspector-. Nadie observó nada extraño.
Los de la Científica hallaron miles de huellas, la mitad de ellas
pertenecientes al párroco y al sacristán, lo que nos deja otras quinientas que
comprobar. Y además, el cura se enfadó porque le dejaron toda la iglesia llena
de polvo revelador de huellas.
-Por ahí no vamos a ir muy lejos. Seguro
que el que lo hizo llevaba guantes. Tenemos demasiado poco, Ramos.
-No hay más, jefe. No hubo robo y los
daños son mínimos: la cerradura de la puerta principal y una mano de pintura sobre
el mensaje de la pared. El seguro del templo lo cubrirá. No sé si vale la pena
seguir adelante con esto.
Galán se echó hacia atrás en su silla.
-Archívalo de modo provisional. Ya
veremos si lo rescatamos algún día. Cambiando de tema, ¿te ha llegado algo del Archivo
Diocesano? Ayer apareció un esqueleto allí.
Ramos adoptó una expresión de asombro.
-Nada de ese archivo. ¿Un esqueleto?
-No te apures, es muy antiguo. No es cosa
nuestra. Lo digo porque a veces alguien llama a la policía en esos casos.
-Estaré pendiente. Esta ciudad es así,
como hagan alguna obra, siempre sale algo. ¿Algo más, jefe?
-Nada más por ahora.
Ramos se levantó y Salió del despacho. El
móvil de Galán comenzó a sonar. La pantalla reveló que era Ariosto quien telefoneaba,
Aceptó la llamada.
-Buenos días, Luis.
-Buenos días, estimado Antonio. Espero y
deseo que las fuerzas del orden estén prestas y avisadas en su lucha contra el
crimen.
-En eso estamos, a pesar de que sea
lunes por la mañana.
-Mayor motivo para estarlo, querido
amigo. El motivo de mi llamada es ponerle al día con mis pesquisas.
Galán estaba acostumbrado a la forma de
hablar de Ariosto. Nunca iba a cambiar. No tenía arreglo.
-Usted dirá.
Ariosto repitió al inspector la historia
que le contó a Adela una hora antes, todo lo referente a la señora Duguesclin y
su misterioso crucifijo familiar.
-Duguesclin, tomo nota, Luis –dijo Galán,
mientras anotaba-.. Lo investigaré. Y también llamaré a la agencia de alquiler
de coches. Deben de tener copia del pasaporte y los datos bancarios de la persona
que alquiló el Audi. Con suerte, hasta la dirección del país de origen.
-No quisiera quitarle demasiado tiempo, Antonio.
Entiendo que este asunto apenas merece un minuto de su atención, pero me quedo
más tranquilo si usted está al tanto de todo.
-Descuide, Luis. Me imagino que me lo
compensará compartiendo conmigo una de esas botellas que tan celosamente guarda
en su bodega.
-Con muchísimo gusto. ¿Qué le parece si
damos cuenta de ella mañana a la tarde, después de una sesión de esgrima?
-Me parece estupendo. Estoy obligado a
ofrecerle la revancha de su última derrota.
-Sabe perfectamente que me dejé ganar, Antonio.
No quiero que se aburra de perder continuamente.
Galán sonrió. La verdad es que fue un
combate reñidísimo, pero no iba a discutir acerca del mérito de su victoria. Y Ariosto
no se dejaba ganar nunca.
-Nos
llamamos a la tarde y nos contamos cómo ha ido la cosa.
Ariosto se despidió de modo barroco,
como siempre, y colgó. Galán activó su ordenador y entró en la Intranet de la Interpol.
Tecleó el apellido Duguesclin y esperó los resultados. Solo apareció un registro.
Un joven belga detenido en Brujas con un alijo de droga. Nada que ver con la
enigmática señora.
Pidió información sobre el nombre del chófer,
Ambrosio. Lo escribió en francés, Ambroise. Sabía que las búsquedas por nombre
de pila no conducían a nada concluyente, pero creyó por un momento que el
nombre podría no ser muy común. Se equivocó: aparecieron quinientas entradas de
muchos Ambroise que se portaban mal en toda Europa. Nada que rascar por ahí.
Se le ocurrió escribir “santo grial” en
el formulario de búsqueda. No apareció nada. Lo intentó en francés: “saint
graal”. Aparecieron tres referencias, todas de los últimos dos años. Curioso,
entró en la primera: un asesinato en Amiens. Un investigador privado apareció
muerto en su automóvil. Herida de arma blanca en la espalda. La policía del
lugar lo atribuía a unos buscadores de tesoros robados relacionados con esa
palabra, según las notas de un cuadernillo propiedad del finado. La investigación
no arrojó resultados.
La segunda entrada fue similar. Un
profesor de Historia medieval de la Universidad de Lyon fue encontrado muerto
en el zaguán del edificio donde vivía. Herida de arma blanca en la espalda. Sus
últimas investigaciones habían tenido que ver con la palabra “Graal”. Sin
pistas hasta la fecha.
Galán se sintió inquieto y, casi obligándose,
entró en el último resultado.
Un sacerdote de un pueblo del Languedoc,
Minerve, al sur de Francia, desapareció durante semanas. Escribía un libro
sobre el “Graal”. Su cuerpo fue encontrado en avanzado estado de descomposición
en el fondo de un barranco cercano. Galán adivinó la causa de la muerte: herida
de arma blanca en la espalda. Se buscó a un hombre corpulento en un coche
oscuro, visto por un vecino, sin resultado alguno.
El inspector salió de la página policial
y le dio vueltas a los datos. ¿Habría relacionado la policía francesa estos
tres asesinatos? De una cosa estaba seguro. Había alguien peligroso en Francia
con un pincho muy largo. Y que no atacaba de frente. ¿Valía la pena advertir de
estos datos a Ariosto? Tras pensarlo unos instantes, decidió que no. No servía
de nada preocupar en exceso a su amigo. Bastante
turbado lo notó.
Total, aquellos crímenes habían ocurrido
en Francia, muy lejos de allí.
...................
Estos capítulos corresponden a una
iniciativa de Mariano Gambín, en colaboración con sus amigos de Facebook, para
aportar un rato de entretenimiento en estos días de reclusión forzosa.
Si has llegado tarde al inicio, puedes
leer los demás capítulos en misterioenlalaguna.blogspot.com, y ofrecer ideas
para su continuación.
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